28.7.06

Constancia

El joven e imprudente hijo se vanagloriaba de su fuerza al realizar el mismo trabajo antes que el padre sin haber concluido la jornada. Creyó que la juventud le concedería el don de ganar en su particular competición, y lejos de vencer le asaltó el cansancio.
Hoy tengo una virtud que enseñarte, la constancia, que como ves puede ser más vigorosa que la fuerza. A partir de ahora tus héroes morirán para dar paso a tus propias virtudes que tendrás que adquirir porque estás madurando.

26.7.06




Sueño con bañarme en tu sol, impregnarme de tus playas, moverme bajo tu cuerpo y llorar al alba, disfrutar de tus risas, comer de tus pestañas, subir hacia tus labios y rodar por tus nalgas, sueño y sueño con la quietud de la calma reflejada en tu mirada.

18.7.06

prudencia



Y en aquel reino la codicia se pasó de codiciosa y la intención no estuvo de su parte, por lo que el resultado fue una buena intención aunque en su origen fuera mala. La razón fue tajante porque siempre acelera el curso de la codicia y en aquel momento la impulsó hasta cometer el acto. Y la conciencia aunque sabía de las conductas pecaminosas de la codicia, aplicó un salvoconducto en base a un fin y justificando los medios para conseguirlo. La fuerza como siempre también se alió en aquel momento con la codicia, resultando muy útil en un reino en el que sobra el poder. Y la inteligencia igualmente recurrió a lo más positivo y fructífero: unirse a la codicia. Todo iba de perlas hasta que algo se trastocó: la sed de codicia hizo que todo el tinglado se viniera abajo porque apareció por allí mi amiga la prudencia, la misma que hoy me faltó.

(...) Acaso la codicia supere siempre a la prudencia en los consejos de los poderosos. Es posible que el miedo domine siempre sobre la compasión en la mente de un hombre con una espada en la mano. (...)

Ken Follett Los pilares de la tierra

13.7.06

sencillez

Cada recuerdo es un tesoro. Y un tesoro no es material. Hay miradas de segundos, de minutos, inolvidables. Una sonrisa, un gesto y ahí llega otra intención. Acercamiento, lejanía, qué distinto y qué cerca quedan a veces. Hoy quiero recordar su extrema pero delicada sencillez. Porque la sencillez nos hace mostrarnos tal como somos.

justicia

Como cada noche emprendo el vuelo hacia una zona distinta que me traiga añoranzas del pasado y pensamientos de futuro. Me acomodo a una altura que me permita observar sin llamar la atención, y a cada metro que recorro acabo de vislumbrar las riquezas de estas tierras en sus terrenos más desiertos, más oscuros, la flora y la fauna se abren ante mí con bosquejos y sonidos activos pero apagados por el ocaso del sol. Y en los terrenos más coloniados me entrometo por entre sus calles para admirar la fuerza de las raíces humanas en su esfuerzo por descansar y sobrevivir a la mañana siguiente. Joyas de la ingeniería y de la arquitectura se abren paso a mi volátil cuerpo, absorbedor de sabiduría y de cultura humanas. Y como cada día y cada noche y harto de verlo, aparte de bellezas siempre veo el mal: la desgracia acecha aquí y allá, sin justicia las más de las veces. Y sin siempre la justicia ser justa.

12.7.06

satisfacción

Pudieron pasar muchas cosas aquel día. De conseguir la gloria a hundirse en la miseria, o en la realidad. El campo de fútbol en un colegio siempre es ocupado en los recreos por los mayores, los más fuertes, y los pequeños siempre van fuera, en aquel caso a jugar en la arena. Pues como algo insólito un profesor de los mayores que les dejó salir fuera de su horario mientras presenciaba qué hacían por el patio fue a reunirse con la profesora de los pequeños que descansaba y de paso vigilaba cómo jugaban al fútbol en un horario en el que les pertenecía el gran estadio. Y ante la avalancha de peticiones de sus alumnos de ocupar el terreno por la imposibilidad de echar a los críos, acudió a negociar con la profesora una tregua. Y se inició el partido más serio que llegué a conocer. Como íbamos empatados a dos, el profesor al ver que sudábamos la gota gorda y que sus mayores no sólo no nos ganaban sino que estaban tocados, a cinco minutos del final decidió parar el juego y desempatar a penaltis. Perdíamos tres a dos y me tocó tirar el último. Siempre había admirado a unos cuantos tíos multimillonarios pero ases del balón, como Gullit, y desde bien pronto había comenzado a admirar la perfección de un gran lanzamiento a la portería: nunca me gustaron los que cogía el portero, y por contra todos los que iban lejos, pegaditos a los palos, me chiflaban, aunque hubiera veces que por un poco de mala suerte el poste rechazase el balón hacia fuera. Y yo soñaba con tirar y que la pelota rozara el larguero y se colara dentro. No voy a entrar en el tema de quién habría ganado sin penaltis si hubiésemos jugado cinco minutos más, pero sí en si el balón entró o no porque según mis compis y algunos de los otros fue gol por más de un palmo, lo que pasa es que el profesor se quería ir porque era su hora y no era plan de que tiráramos más penaltis; y además ganaban sus niños. Pues fue muy curioso porque estaba como un flan: todos me miraban y contemplaban la carrerilla que cogía, y la de cosas que se me pasaban por la cabeza, miraba menos la portería que a ellos, había un portero que era el doble de grande que yo y me miraba mal pero yo sabía que estaba nervioso y además sabía que no lo iba a parar; no porque estuviera tan seguro de mí mismo, no, sino porque iba a tirarlo tan ajustadito que o entraba o iba fuera, y ahí estaba el salvoconducto y el tema de todo esto, de mi sueño. Y tras un silencio descomunal, pelotazo, golpe al larguero, de ahí al suelo y del suelo a arriba, en mi dirección, por el efecto. El profesor dijo que no fue gol y todos los mayores gritaron y se abrazaron por ganar. Y yo permanecí ajeno a todo eso. En aquel momento conocí la satisfacción de cerca. La besé en los labios pero me rechazó. Y pese a lo que pese y a la insatisfacción de todos los allí presentes al deducir que habíamos perdido, yo conservaba una sonrisa interior y me relamía una y otra vez sintiendo las cosquillas del orgullo. Después todos nos fuimos, y como casi no hablé con nadie daba por hecho que aquel partido lo ganamos. Y dejando a un lado a los que quedaron tristes, puedo asegurar que yo estaba más contento que los propios mayores que ganaron, porque todo se puede enfocar desde distintos puntos de vista, y mi punto fue el más correcto para mí, y el más ilógico de la situación. Creo que si pudiéramos ver lo que pasó tiempo atrás nos reiríamos mucho. En aquel momento al verme desde mi posición privilegiada de adulto de ahora pensaría en lo tonto que había sido por un lado, y por otro me echaría a llorar por haber sido capaz de sacar partido a lo que nadie sacaba ni saca de una derrota: cumplí mi sueño futbolístico.

10.7.06

verdad


Aquel día la verdad fue acallada de un golpe por la fuerza. La pobre fue sangrando por la nariz después de chillar enérgicamente y un gran silencio se hizo para calmar el revuelo después de aparecer la paz, con sus manos abiertas y atrayendo la mirada de todos los allí presentes. Sin mediar palabra había detenido la hemorragia de la verdad con un gesto y la ira interior de la fuerza con otro, y se estaba retirando del lugar rápidamente una vez concluida su misión. Al poco de irse la paz todos los demás estaban haciendo lo mismo, hasta quedar solos la fuerza y la verdad, de nuevo. Pero esta vez lejos de discutir y más lejos de enojarse y soliviantarse, se besaron placenteramente sin dejar ver si allí había sólo amor o sólo placer (porque tanto el amor como el placer se habían ido junto con los demás).
Aunque sea muchas veces triste hay tantas personas que suspiran por la fuerza, y es algo que inexorablemente es verdad.

6.7.06

soledad


La soledad estaba harta de estar sola. Se había dado veinticuatro paseos por el campo, por la montaña y por la playa, había recorrido lugares exquisitos y había experimentado sensaciones alegres y tristes, tristes y alegres, pero lo que envolvía todo ese desplante de capacidad para soñar y navegar se estaba agrietando porque sentía que necesitaba compañía con la que compartir momentos. Ella siempre aducía que su meta consistía en estar tranquila, recorrer mundo, disfrutar, vivir, y qué mejor que sola. Todo le fue muy bien hasta cierto día en el que no pudo más. Después de llorar y llorar como tantas veces había hecho comenzó a hacerse preguntas a sí misma, a su corazón y a su razón, que siempre delimitan lo franqueable de lo infranqueable. Ella se preguntaba por qué habría elegido estar sola, gritaba hacia el cielo llorando y el silencio fue lo que obtuvo por respuesta. El límite siempre lo impuso al adquirir su condición, y fue extremo porque deseó la mayor soledad para recluirse en sí misma, para vivir consigo misma y para disfrutar consigo misma. Y lo más importante es que lo eligió ella. ¿Por qué ahora alentaba al vacío que quería algo distinto? Consultó a sus confesores. Su corazón en aras de la ecuanimidad quiso llevarla a su terreno queriéndola convencer de que su destino sería mejor si todo en ella fuese compartido por los demás. Su razón siguiendo un criterio ecléctico la recomendó que su tarea consistía en estar sola porque de ella misma emanaría su felicidad una vez que comprendiera el significado de para qué había elegido estar sola. Fue en ese momento cuando eligió, sonrió, voló, disfrutó, vivió por fin, porque hasta entonces, a pesar de su buen hacer, no había comprendido por qué se quedaba siempre sola con su soledad.

3.7.06

conocer

Y uno, respiro, y dos, espiro, y repito. Y como el ave que renace comienzo de nuevo a emprender un camino pantanoso para aprender definitivamente el conocimiento, casi nada. Pero de todo.

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