22.2.06

el beso

La primera vez, en mi mano. La segunda, en mi mejilla. La tercera, ay, la tercera debe ser en los labios, pero no. No existen reglas ni normas ni acuerdos ni desacuerdos formales o informales a causa de las envidias y las opresiones de la sociedad. La tercera vez, en el cuello. Nadie ha dicho que tengan que ser sólo tres veces, así que, por favor, ¡recórreme con tus labios!, sin contar las ocasiones.

descubrimiento

Y en la inmensidad de la nada, mientras aquellas partículas de aire le magullaban, descubrió. Todo era igual. Todo funcionaba bajo un código que nadie conocía y que todos creían conocer. La realidad de su lado se abrió y entró.

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