30.3.08

Mi actual trabajo


Salvando las adversidades de la hora del fin del contrato, sobre todo, y de los infortunios que la desconfianza siembra en el ambiente, puedo decir bien alto que nunca he tenido ni tendré un trabajo como el que respiro, de un aroma en el que viviría impregnado toda mi vida.

29.3.08

Física


La física nos posee, desde que nos gestamos hasta que morimos, desde que caminamos hasta que volamos, todo es físico. El espacio, lo que tenemos delante, se rige por una serie de leyes físicas inevitables con las que hemos de convivir, toparnos y aprovechar. Algunas no las entendemos o abusamos de ellas, otras nos sirven para mantenernos en pie, desplazarnos, vivir. Hemos creado infinitas realidades inimaginables, continuemos, pues.

28.3.08

Desconfianza

Hace tiempo que pretendía construir una oda a la desconfianza. Aquella que pasa por nuestro lado cuando alguien nos mira y la pura ingenuidad y nuestro bagaje cultural y personal hacen que sintamos lo que la sociedad nos impreca. Aquella que se acerca en forma de labios ajenos y que bebemos pese a no saber si lo volveremos a repetir. Aquella que intentamos desterrar con los nuestros, los que de verdad nos importan, confiando plenamente en que no aparezca por allí y desolando situaciones dispares cuando emerge. Hay personas que la llevan a un grado extremo. No es santo de mi devoción y no hablaré más de ella. Porque para que suceda siempre habrá tiempo, un tiempo que habrás exprimido satisfactoriamente con la confianza. Las más de las veces está repleta de sinrazón.

17.3.08

Normal


Silencio y frío. Mucho frío, con la ventisca de la noche el corazón se queda helado. Ningún ser de sangre caliente queda desguarnecido en este momento, yo ya no lo soy. Permanezco en la hendidura de la muerte escuchando abismalmente su voz una y otra vez, una y otra vez. Pertenezco ya a esa jauría indómita que se hace pasar por normal cuando es de día.

15.3.08

olvidar


Lejos de aquí, en la colina del olvido, él se retiró a pensar. Pasaron muchos días antes de que regresara, y cuando ya nadie pensaba que volvería, cuando ya todos habían comenzado a olvidarle, mostró su gesto. ¿Realmente se puede olvidar?

5.3.08

Infidelidad


Era el día del juicio final para ella. Nerviosa, ante todo un séquito de miradas firmes y amenazantes, no articulaba palabra alguna para contestar a la Verdad, quien se impacientaba a pesar de que su buena amiga la Paciencia le daba unas palmaditas en el hombro. El jurado, pactado y consensuado por la Lógica, politizado por la Justicia, quien presidía tan magna ceremonía y enjuiciaba el veredicto ya calculado de antemano a la vista de los componentes del jurado, estaba compuesto por la Promiscuidad, que estaba ruborizada, el Deseo, sonriente como siempre, la Virtud, acompasada por la realidad, el Amor, en posición beligerante, la Vanidad, indiferente, la Razón, muy cabreada, y la Cordialidad, visiblemente afectada por lo sucedido.En el lado denunciante y acusador se hallaba la Fidelidad sumida en un mar de lágrimas, y su abogada particular, la Verdad, proseguía su discurso ante el jurado:

"(...) todos sabemos que está mal. Ella hizo lo que hizo sin contar con nuestro miembro hoy en el jurado el Amor, debió contar con él, con su aprobación o reprobación, debió inexcusablemente aliarse con la Solidaridad, con la Armonía, con la Salud, con la Emoción, debió vivir a bien con su hermana la Fidelidad, que no merece de ningún modo estar en el estado que se encuentra hoy, triste, melancólica, compungida y dañada en el corazón. Ella rasgó con sus intenciones y sus perversidades las cadenas que sujetaban a la Traición, y por ello debe pagar (...)"

Una multitud de vítores se oía por entre la sala. Conforme exponía sus argumentos la Verdad ganaba adeptos entre el público de la sala que presenciaba el desarrollo del juicio. El público estaba muy repartido ideológicamente, pero no cabía duda de que su gran mayoría estaba con la Verdad. Cuando llegó el turno de defenderse, ella, sin abogado defensor, se levantó del lado contrario del banquillo y subió al estrado para hablar:

"quiero pedir disculpas a mi hermana la Fidelidad que me acusa de algo que no puedo dejar de hacer y que todos ustedes ven mal. No es que no te respete hermana, ¡yo te adoro! Es algo innato en mí, con lo que he nacido y con lo que moriré. Tú naciste de esa forma y yo nací de esta, es así. Y no me gusta hacerte daño pero es algo que siempre va conmigo, que volveré a hacer hasta la saciedad, hasta que mi cuerpo se estremezca de cansancio. Aquí en el jurado hay uno que siempre viene conmigo y no sólo es absuelto siempre sino que además está en el jurado... sí, tú, Deseo, no me mires así, que siempre te salvas por lo maravilloso que eres y todos te quieren contigo... y tú Amor, el más guapo de todos, que también te salvas siempre ¿cuántas veces has venido conmigo de la mano? ¿Cuántas veces hemos ido tú, yo y nuestra amiga la Lujuria que está en el público colorada y callada incapaz de defenderme? Me gustaría, hermana, no hacerte daño, pero si te lo hago quiero que me comprendas. Cuando quieras podemos hablar de ello fuera de aquí y seguro que podemos llegar a un acuerdo."

Y sin más palabras y con el público eufórico y revolucionado, sendos martillazos de la Justicia anunciaron que el juicio quedaba visto para sentencia. Ella, la Infidelidad, fue condenada a infinitos trabajos forzados con la Soledad y a pasar al menos una tarde entera a la semana con su hermana para rendir explicaciones sobre sus eternos actos y que así, juntas y dialogantes, pudieran llegar a entenderse.

4.3.08

Saeta


Sueño que en la profundidad de la soledad, en mi noche desierta del valle nauseabundo de la hojarasca otoñal, en una de las vertientes del abrupto bosque de la conciencia, cierro los ojos. Todo está tan oscuro que apenas puedo vislumbrar un metro delante de mí, el manto de niebla cubre tanto vida como muerte. Y entretanto unos pasos me inquietan, tan débiles que rasgan levemente las hojas caídas, su escaso peso y su lábil agilidad me tranquilizan. Un cervatillo perdido ansía calor, y hay lugares en los que el sigilo lo es todo para conservar la vida. En cuatro movimientos lo cojo entre mis brazos y descubro sin que oponga ninguna resistencia que está herido de muerte: una flecha dorada en su corazón me indica que ella está cerca. Es la diosa de la fecundidad, cazadora, asaeteadora, Ártemis, Diana.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?