30.12.04

aún falta...

(...) Cuando desperté la tenía encima de mí moviéndose sin control mientras me follaba, y en aquel momento fue cuando comencé a reflexionar porque la reconocía. Yo no sentía ni entendía absolutamente nada, ella desgarraba la piel de mi pecho, de mis brazos y de mi cuello y yo no recuerdo ningún dolor. Su mirada sí era distinta, me miraba con rabia, fuerza, asco, placer, qué sé yo, me harté de sus movimientos y la aparté, pero no tardó en abalanzarse sobre mí para propinarme incansables puñetazos con tremenda fuerza. Me agotó y mi cuerpo fue suyo por todo el día y por todos los días. Cada vez que despertaba de mi letargo la veía sobre mí y me golpeaba dejándome inconsciente al leer mis pensamientos. No sé ni cuánto tiempo estuve en esa situación. Llegué a pensar que estaba muerto. Pero un día su fútil mente se vio desbordada por un desconocido ahínco; su sed de sexo le había llevado a provocarme dolor, cuando jamás lo había sentido desde que me encontraba en aquella situación. Y desperté. (...)

9.12.04

continúa Aryan

(...) Mi cuerpo y mi mente están ligados, puedo respirar menos temperatura de la normal en un ser humano común, el olor que tanto odio me atrae hasta las bases de unos viejos olmos postrados en una estructura de fortaleza. Unos colmillos de color marfil dejan entrever la bebida y la carne, rápidas dentelladas a su presa ya muerta y sed, mucha sed entre lo que a mí me parecía un frío glaciar. Y llamo sin entrar. Los ojos de vampiro se clavan en los míos, que cierro por varios instantes para visualizar mi postura. Estoy en armonía con uno de los ancestrales olmos allí presentes, paralelo a él, a unos siete metros del suelo y a menos de cuatro centímetros de su corteza, escuchando su voz, su vida. (...)

Extracto de "Aryan"

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