15.8.05

final

Y si en los albores de la vida un padre abraza a su hijo tras su alumbramiento, en el ocaso de ella se abrazan juntos dando relevo a una vida que muere impasible.
Las nociones nos vencen, las excepciones también. Pero así como lo común nos marca algo desde lejos, de igual forma lo excepcional nos posee desde cerca.
Ayer en algún punto, en algún mundo, en uno de esos lugares en los que en cada momento está pasando algo y nos lo perdemos continuamente, en uno de tantos lugares donde pasan cosas, es decir a un centímetro más allá de donde me encuentro situado, incluso a pequeña escala y sin avanzar tanto sobre mi propia piel desde el gesto de algún microorganismo con vida, pasó lo común en el relevo. Un padre muere y es abrazado por su hijo, se despiden y una tormenta de lágrimas confirma el aforismo, comienza un huracán interior llamado dolor y pena, pena y dolor, sus nombres se intercambian segundo tras segundo mientras el alcohol amable hace su efecto.
Y yo no lloro, medito desde arriba, desde esa posición privilegiada que tienen los dioses pero sin sus facultades, por desgracia.
Observo.

Supongo que es ley de vida, que hay cosas que o se aceptan o se aceptan. Nadie puede imaginar cuál era la pena tranquila de ese chico, sólo él, sólo sus latidos, sus imágenes mentales de una vida que lo fue en sus días permaneciendo muy cerca de él en tantos momentos. Y quizá en el fondo de todo, y viendo lo cruel que puede llegar a ser la vida, y lo mala que puede ser la supervivencia disfrazada de manto social guay que conocemos, digamos que qué suerte. No por ver morir a su padre, no pretendo trasladar el horror de sus ojos y ni mucho menos describiré más sus gestos, sino por la situación, por la vejez, por el relevo. Hay muertes más dolorosas, repentinas, sin tiempo de despedirse y sin saber si habrá reencuentro, todos en el fondo damos por hecho que no. Y en esta queda implícito un relevo, una pena que se torna en alegría al comprenderlo, y no al digerirlo que nunca se hará en realidad. En ese relevo pervive la vida, y la vida queda viva, y se manifiesta en él, en su hijo. Suerte y ánimo. Los vientos hoy soplan poco, las lágrimas los han inundado. Una mirada y un mundo que ocurren en uno de tantos mundos que se extienden a cada paso. Vivamos nuestro propio mundo sin maldades, sin complejos, sin dudas.

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