9.12.04

continúa Aryan

(...) Mi cuerpo y mi mente están ligados, puedo respirar menos temperatura de la normal en un ser humano común, el olor que tanto odio me atrae hasta las bases de unos viejos olmos postrados en una estructura de fortaleza. Unos colmillos de color marfil dejan entrever la bebida y la carne, rápidas dentelladas a su presa ya muerta y sed, mucha sed entre lo que a mí me parecía un frío glaciar. Y llamo sin entrar. Los ojos de vampiro se clavan en los míos, que cierro por varios instantes para visualizar mi postura. Estoy en armonía con uno de los ancestrales olmos allí presentes, paralelo a él, a unos siete metros del suelo y a menos de cuatro centímetros de su corteza, escuchando su voz, su vida. (...)

Extracto de "Aryan"

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